Trump gana las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024: Implicaciones para China

Posted by Written by Arendse Huld and Qian Zhou Reading Time: 10 minutes

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024 marcará las relaciones entre Estados Unidos y China durante los próximos cuatro años, con importantes implicaciones para el comercio, la diplomacia y los intercambios empresariales. Exploramos los impactos previstos de la elección de Trump en China y examinamos los efectos potenciales en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China.


Donald Trump ganó las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024, convirtiéndose en el 47º presidente el miércoles 6 de noviembre de 2024.

Según AP News, Trump se aseguró la presidencia al ganar Wisconsin, superando los 270 votos electorales necesarios. A las 10:22 de la mañana, hora de China, ha acumulado 295 votos electorales, que representan el 50,9% del total. En este momento crucial, analizamos la posible trayectoria de las relaciones entre Estados Unidos y China en 2025, basándonos en las políticas de los anteriores mandatos de Trump y en su campaña para anticipar las estrategias que podría aplicar.

Este artículo explora la agenda china de Trump y considera los posibles impactos de su segundo mandato en los intereses empresariales y comerciales.

(Fuente: AP news)

Políticas comerciales bajo Trump

El comercio es sin duda la cuestión más crítica en la agenda política de Estados Unidos respecto a China, y las posturas contrarias a este país cuentan con apoyo bipartidista. Ambos bandos políticos coinciden en la importancia de reducir el déficit comercial con China y disminuir la dependencia de las importaciones chinas. Este consenso ha llevado a la implementación de barreras comerciales tanto durante el primer gobierno de Trump como durante el saliente de Biden.

El presidente Trump inició una guerra comercial con China en 2018, imponiendo aranceles de hasta el 25% a una serie de productos chinos en virtud de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974. El presidente Biden no solo ha mantenido estos aranceles, sino que también ha aumentado o introducido nuevos derechos sobre bienes de importancia estratégica.

La agenda de Trump adopta un enfoque considerablemente más amplio y general de las barreras comerciales en comparación con la estrategia más específica empleada por la administración Biden. El objetivo central de su estrategia comercial es devolver a Estados Unidos los puestos de trabajo en el sector manufacturero que se han perdido a manos de competidores extranjeros, especialmente China.

En su material de campaña para 2024, Trump ha propuesto aranceles básicos universales sobre la mayoría de los productos extranjeros importados, así como un mecanismo para aumentar gradualmente los aranceles sobre los países que se haya considerado que devalúan su moneda o incurren en otras prácticas comerciales desleales.

Aunque esta política no se dirige explícitamente a China, los impuestos básicos universales supondrían un duro golpe para los exportadores chinos -sobre todo los que venden bienes de consumo-, ya que Estados Unidos es un importante mercado de exportación para China. También aumentaría considerablemente los costes para los consumidores y las empresas estadounidenses.

Mientras tanto, la administración Trump ha tachado a China de manipuladora de divisaslo que significa que es probable que se convierta en el objetivo del mecanismo propuesto contra la manipulación de divisas.

Trump también ha prometido “acabar con la dependencia de China” adoptando una serie de barreras comerciales, de las cuales la más extrema es revocar el estatus de nación más favorecida (NMF) de China. Esta propuesta ha recibido el apoyo de organismos bipartidistas como el Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre el Partido Comunista Chino (PCCh).

Eliminar el estatus NMF de China -denominado Relaciones Comerciales Normales Permanentes (RPNP) en EE.UU.- permitiría a EE.UU. someterla a todo tipo de aranceles comerciales discriminatorios y unilaterales. Esto podría incluir los aranceles generales del 60 por ciento o más sugeridos por Trump sobre los productos chinos. También provocaría un grave deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China, y sin duda sería objeto de litigios, ya que tanto Estados Unidos como China son miembros de la OMC.

Todavía no está claro si Trump va en serio en sus intenciones de dar un paso tan audaz, o si se trata simplemente de retórica electoral. Una medida así podría perjudicar significativamente a la economía estadounidense y a la posición del país en el comercio y la diplomacia mundiales, y resultaría extremadamente impopular entre los grupos empresariales. La decisión también estaría sujeta a una votación en el Congreso, por lo que podría requerir un apoyo bipartidista que actualmente no es evidente.

Además de sus reflexiones para eliminar el estatus NMF de China, Trump se ha comprometido a adoptar un plan de cuatro años para “eliminar gradualmente todas las importaciones chinas de bienes esenciales”, incluyendo “todo, desde la electrónica al acero y los productos farmacéuticos”. Ha prometido introducir normas que impidan a las empresas estadounidenses invertir en China y viceversa, “permitiendo sólo aquellas inversiones que sirvan a los intereses estadounidenses”. También ha pedido que se prohíban los contratos federales a cualquier empresa que subcontrate a China.

Por último, una piedra angular de la agenda de campaña de Trump es la introducción de la Ley Trump de Comercio Recíproco para “detener el flujo de empleos estadounidenses al extranjero”. Esta ley otorgaría al presidente estadounidense la autoridad para imponer aranceles recíprocos a los productos de un país si éste impone aranceles a los productos fabricados en Estados Unidos superiores a los que impone Estados Unidos. Aunque esta Ley no menciona explícitamente a China, Trump es claro sobre los países a los que va dirigida en uno de sus discursos: “Si India, China o cualquier otro país nos golpea con un arancel del 100 o 200 por ciento sobre productos fabricados en Estados Unidos, les golpearemos con el mismo arancel exacto.”

Tecnología, investigación y políticas de seguridad nacional

El desarrollo científico y tecnológico se ha convertido en otro campo de batalla clave en las relaciones entre Estados Unidos y China bajo las administraciones Trump y Biden. En el centro del conflicto se encuentra la afirmación de Estados Unidos de que China ha obtenido una ventaja injusta sobre sus competidores mediante prácticas como la transferencia forzosa de tecnología y el espionaje empresarial, una opinión que se mantiene firmemente a ambos lados del pasillo político estadounidense.

El desarrollo tecnológico y científico de China se considera una cuestión de seguridad nacional, con la preocupación que suscita la dependencia de Estados Unidos de las importaciones chinas de tecnologías críticas, así como el desarrollo militar de China.

Durante su anterior mandato, Trump, más centrado en el ámbito nacional, puso en marcha iniciativas para frenar la colaboración con científicos y académicos chinos dentro de Estados Unidos y limitar las inversiones de empresas y particulares chinos en terrenos e infraestructuras estadounidenses.

En 2018, Trump lanzó la Iniciativa China como parte de su estrategia de seguridad nacional. Se trataba de una polémica medida de contraespionaje dirigida a académicos e investigadores chinos que trabajan en Estados Unidos. La Iniciativa China permitía al Departamento de Justicia (DOJ) estadounidense investigar y perseguir a “captadores no tradicionales”, como investigadores chinos en laboratorios, universidades y bases de defensa que “están siendo cooptados para transferir tecnología contraria a los intereses de Estados Unidos”.

Esta iniciativa se ha convertido en una cuestión claramente partidista. En 2022, el Departamento de Justicia, bajo el mandato de Biden, abandonó la Iniciativa China tras las críticas de grupos de defensa de los derechos civiles, que la acusaban de establecer perfiles raciales y discriminar a los estadounidenses de origen asiático y de “alimentar una narrativa de intolerancia y parcialidad”.

Desde entonces, los republicanos de la Cámara de Representantes han intentado reinstaurar la Iniciativa China incluyéndola en un proyecto de ley de gastos de la Cámara. Sin embargo, más tarde fue eliminada del proyecto tras los esfuerzos de los legisladores demócratas.

Trump ha criticado la decisión del Departamento de Justicia de cerrar el programa. Ha declarado que, tras ganar las elecciones, “los esfuerzos [para reducir la capacidad de China de llevar a cabo espionaje en EE.UU.] se ampliarán de una manera muy, muy grande”, y que el FBI y el DOJ “perseguirán a los espías chinos”. Esto sugiere que puede hacer nuevos esfuerzos para reintroducir la Iniciativa China o introducir una política nueva pero similar.

Además de sus propuestas de política contra el espionaje, Trump ha prometido promulgar nuevas normativas “agresivas” para limitar la propiedad china en infraestructuras vitales, como energía, tecnología, suministros médicos y telecomunicaciones, y presionar a las empresas chinas para que vendan participaciones que “amenacen la seguridad nacional y económica del país”.

Durante su mandato, Trump añadió más de 300 empresas chinas a la “Lista de Entidades”, una lista negra que hace casi imposible que las empresas estadounidenses les vendan. Entre ellas figuran las grandes tecnológicas chinas ZTE, SMIC y Huawei.

También ha declarado que impondrá sanciones en materia de visados y restricciones de viaje “para cerrar el acceso de China a los secretos estadounidenses”. En mayo de 2020, Trump suspendió los visados para estudiantes chinos de posgrado vinculados a universidades afiliadas al Ejército Popular de Liberación. Biden ha mantenido la suspensión, y hasta 2023 se seguían denegando visados a los estudiantes.

Geopolítica y relaciones diplomáticas

Un segundo mandato de Trump probablemente verá una continuación de su retórica de confrontación y sus acciones unilaterales contra China. El primer mandato de Trump estuvo marcado por políticas comerciales agresivas y críticas a China. Sin embargo, sus tendencias aislacionistas pueden reducir la presencia global de Estados Unidos, favoreciendo potencialmente a China al debilitar las alianzas globales de Estados Unidos.

Bajo un segundo mandato de Trump, las relaciones entre Estados Unidos y China podrían seguir un camino polémico e impredecible, moldeado por la retórica agresiva de Trump y las cambiantes estrategias diplomáticas.

La administración de Trump adoptó anteriormente una postura dura frente a China en varios frentes. Además de la guerra comercial de su administración con China, Trump adoptó una postura firme sobre las reivindicaciones territoriales chinas en el mar de China Meridional, desafiando la posición de Pekín y aumentando la presencia naval estadounidense en la región.

A lo largo de su primer mandato, Trump criticó constantemente a China, especialmente durante la pandemia de COVID-19, a la que a menudo se refirió como el “virus chino”. Esta retórica exacerbó las tensiones y contribuyó a una relación de mayor confrontación entre ambos países.

Por otro lado, es posible que Trump adopte un enfoque más aislacionista en su segundo mandato, impulsado por la presión desde dentro del Partido Republicano para reducir los compromisos de EE.UU. en el exterior. Por ejemplo, Trump ha sido un fuerte crítico de la OTAN y ha amenazado con retirarse del tratado, lo que debilitaría significativamente el posicionamiento global de Occidente. También se ha opuesto al paquete de ayuda exterior y anteriormente se ha negado a decir si defendería militarmente a Taiwán, al tiempo que ha expresado su escepticismo sobre el dominio de Taiwán en la fabricación de chips y ha afirmado que “nos han quitado el negocio”.

Esto podría llevar a un repliegue de la comunidad internacional, reduciendo potencialmente la ayuda militar exterior y el apoyo diplomático a aliados de todo el mundo, incluido Taiwán. La estrategia menos intervencionista de Trump podría inclinar la balanza de poder a favor de China en regiones estratégicas como Asia-Pacífico.

Además, a pesar del comportamiento volátil de Trump, ha demostrado su voluntad de entablar un diálogo diplomático con China y hacer concesiones. Por ejemplo, en junio de 2019, Trump relajó la prohibición de las exportaciones estadounidenses a Huawei. Aunque Trump ha elogiado personalmente al presidente Xi, sus políticas hacia China siguen siendo fluidas y podrían cambiar en función de las negociaciones diplomáticas y las presiones internas.

La opinión de China sobre las elecciones de 2024

China se encuentra en una posición precaria en relación con el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses y Pekín prevé enfrentarse a desafíos debido al sentimiento bipartidista antichino que prevalece en Estados Unidos.

Para contrarrestar las acciones unilaterales de Washington DC, China ha reforzado su conjunto de medidas, incluidos los contraaranceles y el control de las exportaciones. En abril de 2024, China aprobó una nueva Ley Arancelaria que formaliza las normas para imponer medidas antidumping y contraarancelarias a las importaciones. Además, la Ley Anti-Sanciones Extranjeras, aprobada en junio de 2021, faculta a China para responder a sanciones extranjeras con sus propias contra-sanciones, afectando a individuos y empresas que operan en el país objetivo. En octubre de 2024, China publicó una serie de nuevas normas sobre el control de las exportaciones de productos de doble uso, lo que supuso un paso importante en sus esfuerzos por salvaguardar la seguridad nacional y mejorar la cooperación mundial en materia de no proliferación.

China ya ha demostrado su disposición a imponer contramedidas a Estados Unidos. Recientemente ha iniciado investigaciones antidumping sobre las importaciones de productos químicos procedentes de EE.UU., la UE, Japón y Taiwán, ha restringido las exportaciones de tecnologías de gama alta y ha impuesto restricciones a la exportación de metales clave para la producción de chips. Estas medidas se consideran represalias a las medidas estadounidenses.

La intención de estas acciones es clara: China pretende salvaguardar sus intereses nacionales y contrarrestar cualquier intento de Estados Unidos de ejercer presión mediante medidas unilaterales. Mediante la diversificación de sus herramientas y la aplicación de respuestas selectivas, China pretende mitigar el impacto de las políticas estadounidenses en su economía y mantener su posición en la escena mundial. Sin embargo, la escalada de las tensiones comerciales y de la competencia tecnológica entre ambos países subraya la fragilidad de la relación EE.UU.-China y la posibilidad de un mayor deterioro.

El 6 de noviembre de 2024, un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores declaró que China respeta la elección del pueblo estadounidense. En respuesta a las preguntas formuladas en una rueda de prensa ordinaria, el portavoz subrayó que la política de China hacia Estados Unidos ha sido coherente y declinó hacer comentarios sobre la posibilidad de que Washington imponga aranceles adicionales a las importaciones procedentes de China.

El 7 de noviembre de 2024, el presidente Xi Jinping llamó a Donald Trump para felicitarle por su elección como presidente de Estados Unidos. Xi señaló: “La historia nos enseña que la cooperación entre China y Estados Unidos beneficia a ambas partes, mientras que el conflicto perjudica a ambas. Una relación estable, saludable y sostenible entre China y EE.UU. se alinea con los intereses comunes de ambos países y las expectativas de la comunidad internacional.”

Impacto empresarial y consideraciones políticas

El impacto potencial de la victoria presidencial de Trump en 2024 sobre las empresas abarca el aumento de las interrupciones de la cadena de suministro, el aumento de la volatilidad del mercado y un panorama de inversión y regulación más incierto.

Bajo la administración de Trump, es probable que las relaciones entre Estados Unidos y China sigan siendo tensas. Su enfoque puede introducir más imprevisibilidad, y sus políticas comerciales más amplias podrían desencadenar otra guerra comercial.

La colaboración académica y de investigación también podría enfrentarse a nuevos retos, lo que podría ahogar la innovación y el intercambio de conocimientos. La imposición de nuevas restricciones a la inversión en China por parte de Estados Unidos podría complicar las operaciones de las empresas estadounidenses y dificultar las condiciones comerciales en el país.

Las perturbaciones de la cadena de suministro y la volatilidad de los mercados siguen siendo motivo de gran preocupación, sobre todo por los aranceles comerciales y las posibles contramedidas de China. Cualquier escalada de las tensiones militares en la región Asia-Pacífico podría amplificar aún más estas perturbaciones, afectando a la estabilidad del mercado.

En general, el clima de inversión y el entorno normativo podrían verse sometidos a mayores tensiones, y las empresas estadounidenses correrían el riesgo de verse atrapadas en conflictos diplomáticos entre ambas naciones. Hasta ahora, China se ha abstenido de atacar específicamente a las empresas estadounidenses, sino que se ha esforzado por atraer la inversión extranjera y mejorar el entorno empresarial para las empresas internacionales.

Preparándose para el segundo mandato de Trump

Las empresas estadounidenses y chinas deben dar prioridad a la diversificación de sus cadenas de suministro e incorporar las posibles tensiones comerciales a su planificación estratégica para mitigar los riesgos de interrupción. Será esencial evaluar la exposición al riesgo en ambos mercados, especialmente en lo que respecta a los aranceles y los controles a la exportación.

Las partes interesadas deben permanecer vigilantes y proactivas, siguiendo de cerca la evolución de las políticas para gestionar mejor las posibles repercusiones en las operaciones empresariales.

El análisis y la adaptación continuos son también imprescindibles para navegar por el cambiante panorama geopolítico. Dada la complejidad de las relaciones entre Estados Unidos y China, las empresas deben ajustar periódicamente sus estrategias para adaptarse a los cambios en las políticas y las condiciones del mercado. Esta capacidad de adaptación será fundamental para que las empresas aprovechen las oportunidades, gestionen los riesgos y mantengan la resistencia en medio de las continuas tensiones geopolíticas.

Dezan Shira & Associates

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